miércoles, 11 de agosto de 2010

como llegar a figuig


Figuig, Marruecos — lunes, 19 de abril de 2010

Para llegar a Figuig se ha de seguir una carretera (P-19) que discurre paralela a la vía del tren y a la frontera con Argelia, separada de ésta por una franja de terreno baldío de aproximadamente 30 km de anchura. La carretera empieza en el paso fronterizo de Oujda y, dirigiéndose siempre al Sur, atraviesa los núcleos rurales de Guenfounda, Aïn Beni Mathar, Tendrara y Bouarfa. Estas cuatro pequeñas poblaciones son las únicas que se encuentran a lo largo de los casi 400 km que separan Oujda de Figuig. Más allá de Figuig, a sólo unos centenares de metros, se encuentra el paso fronterizo de Beni Ounif, Argelia, que enlaza con la carretera que se adentra hacia el SW, en el Sahara, y que sirve como aproximación al Gran Erg Occidental (las grandes dunas).

Si se tiene la suficiente paciencia en recorrer toda esa zona desértica, el viajero experimentará una especie de desasosiego al cubrir la distancia que separa Oujda de Figuig.

Pensará el lector que al hablar de oasis necesariamente se ha de asociar palmeras datileras en medio de grandes dunas de arena... Pues no. Figuig está formado por varios oasis, naturalmente con sus miles de palmeras datileras y su correspondiente agua, pero el terreno es más bien un páramo y, aunque la arena está presente, es más bien escasa. Lo que lo hace peculiar es que está totalmente equipado con toda clase de servicios para el viajero y sus habitantes (¡que no para el turista!). Este es el oasis existente más oriental de Marruecos y su historia está ligada a violentas luchas por la posesión del agua entre los habitantes de los diferentes ksour y las tribus nómadas del desierto.

La carretera, en muchos tramos, es una inmensa recta en la que la vista se pierde en el horizonte. La mayor parte del tiempo discurre por una gigantesca llanura presahariana, pero en algunas ocasiones pasa por pequeños puertos y desfiladeros no muy pronunciados. El espacio es tan grande y la presencia humana es tan escasa que a ratos uno tiene la sensación de que no lleva a ningún lugar.

Es tan raro ver personas ajenas a este entorno que los numerosos controles policiales paran siempre al viajero. Son éstos unos gendarmes muy amables y muy elegantes con sus uniformes azules, sus chaquetones de imitación a cuero negro y sus grandes gorras de plato, aunque alguno luce un poco raído. Generalmente están en lugares que no te los esperas. Se van consumiendo Kms y sabiendo que la distancia es larga, la conducción se hace monótona y si no se pone atención en la observación del terreno, es fácil abstrarse en pensamientos sin importancia.

Súbitamente, detrás de una curva, en algún cambio de rasante sin visibilidad, se te aparece a lo lejos una silueta de un humano tocado con una gorra de plato, la imagen es inconfundible y hasta llega a ser tan típica.

Cuando llegas a su altura, muy amablemente y en francés, mandan que te apees del vehículo para conducirte a su garita de vigilancia, allí se encuentra uno con el compañero del que te conduce, otro gendarme. El termo con té a la menta no falta y la petición del consiguiente cigarrillo tampoco, una mesa cochambrosa y dos sillas son todo el mobiliario dentro de la pequeña garita.

Posteriormente se monta un interrogatorio para llenar sus informes, que archivaran con otros (¡a saber!), después de haber dado las novedades a su superior. Las preguntas versan sobre tu estancia en la zona, de dónde vienes y a dónde te diriges; por qué estás allí, cuántos días vas a estar, cuál es tu profesión (con ésta se ponen realmente pesados); cómo se llaman tus padres, esposa y número de hijos; dirección de tu domicilio habitual . Todo ello con el consiguiente examen del documentación del vehículo.

Cuando les explicas que el motivo sólamente es turístico se quedan perplejos, se miran entre sí y sonríen de una forma un tanto compinchada; uno puede imaginar que están pensando que o les estas mintiendo o tu cabeza no rige demasiado bien y no es de extrañar, porque durante el recorrido sólo se observa un mar de tierra, bordeando en paralelo a la carretera, a unos centenares de metros, una vía férrea que parece como si no pasara ningún tren hace mucho tiempo, realmente no hay nada y menos instalaciones turísticas.

Los gendarmes acaban de llenar sus informes y después de unos 25 ó 30 minutos de cháchara te desean buen viaje.

Oujda y Figuig están comunicados con un autobús que recorre la carretera en unas 8 horas, pero si se elige esta opción es aconsejable tomar el primer autobús, que sale a eso de las 5 ó las 6 de la mañana. En los meses de verano, el calor al medio día es sofocante.

Para hacer esta ruta no es necesario poseer un vehículo 4x4; la carretera está en muy buen estado y solamente hay algún problema cuando alguna vez llueve torrencialmente y se inundan algunos badenes, pero son raras las veces.

El paisaje resulta increíblemente aislado, junto con las zonas desérticas del sur es el auténtico espacio exterior de Marruecos. Se pueden observar grandes llanuras rojizas y altas montañas, peladas de vegetación.

Figuig ha sido marroquí y argelino alternativamente varias veces desde el siglo XVII. La última contienda tuvo lugar en 1975 y las tropas lucharon en sus siete ksour. Su importancia la toma también de una estratégica posición fronteriza.

La población posee profundas grutas de donde mana el agua. Algunos riachuelos son de agua caliente mientras que de otros surge fría. Los habitantes de Figuig son exclusivamente bereberes pero hace 40 años existía un importante número de judíos.

Hasta comienzos del siglo pasado, esta población era el punto final del viaje a La Meca. El idioma que se habla es el bereber.

Si se quiere pernoctar existen tres hoteles de los cuales el mejor es el que está más al Sur: Hotel Figuig, tel. 056.89.93.09, en el mismo ksour Zenaga, desde donde su plataforma se puede disfrutar de maravillosas vistas del palmeral y Argelia.

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